viernes, 12 de julio de 2013

Lacan, J.: La Instancia de la Letra



LA INSTANCIA DE LA LETRA EN EL INCONSCIENTE O LA RAZÓN DESDE FREUD
I.                    EL SENTIDO DE LA LETRA
Es toda la experiencia del lenguaje lo que la experiencia psicoanalítica descubre en el inconsciente. Obliga a revisar la idea de que el inconsciente no es sino la sede de los instintos.
Designamos como letra ese soporte material que el discurso concreto toma del lenguaje. Esta  simple definición supone que el lenguaje no se confunde con las diversas funciones somáticas y psíquicas que le estorban en el sujeto hablante. El lenguaje con su estructura preexiste a la entrada que hace en él cada sujeto en un momento de su desarrollo mental.
Y también el sujeto, si puede parecer siervo del lenguaje, lo es más aun de un discurso en el movimiento universal del cual su lugar está ya inscrito en el momento de su nacimiento, aunque solo fuese bajo la forma de su nombre propio.
Para señalar la emergencia de la disciplina lingüística, diremos que consiste en el momento constituyente de un algoritmo que la funda. Este algoritmo es el siguiente S/s. Que se lee como significante sobre significado. Esto es lo que hará posible un estudio exacto de los lazos propios del significante y de la amplitud de su función en la génesis del significado.
No hay ninguna significación que se sostenga sino es por referencia a otra significación: llegando a tocar en caso extremo la observación de que no hay lengua existente para la cual se plantee la cuestión de su insuficiencia para cubrir el campo del significado. Ya que es un efecto de su existencia de lengua el que responda a todas las necesidades. si nos ponemos a circunscribir en el lenguaje la constitución del objeto, no podremos sino comprobar que sólo se encuentra al nivel del concepto, muy diferente de cualquier nominativo.
Nadie dejará de fracasar si no se desprende de la ilusión de que el significante responde a la función de representar al significado, o digamos mejor: que el significante deba responder de su existencia a título de una significación cualquiera.
Para captar la función del algoritmo Lacan empieza por producir la ilustración errónea. Quiere mostrar cómo el ste entra en el sdo. A saber, bajo una forma que, no siendo inmaterial, plantea la cuestión de su lugar en la realidad.
Ningún ejemplo construido podría igualar el relieve que se encuentra  en la vivencia de la verdad.
El algoritmo, en cuanto que él mismo no es sino pura función del ste, no puede revelar sino una estructura del ste a esa transferencia. Ahora bien, la estructura del ste es, como se dice corrientemente del lenguaje, que sea articulado. Esto quiere decir que sus unidades están sometidas a la doble condición de reducirse a elementos diferenciales últimos y de componerlos según las leyes de un orden cerrado.
Estos elementos son los fonemas. En ellos hay que buscar el sistema sincrónico de los acoplamientos diferenciales, necesarios, para el discernimiento de los vocablos en una lengua dada. Se ve que un elemento esencial en el habla misma estaba predestinado a moldearse en los caracteres móviles que, atascados en las cajas, presentifican válidamente lo que llamamos la letra, a saber la estructura esencialmente localizada del significante.
Con la segunda propiedad del significante de componerse según las leyes de un orden cerrado,  se afirma la necesidad del sustrato topológico del que da una aproximación el término de cadena ste: anillos cuyo collar se llena en el anillo de otro collar lleno de anillos.
Tales son las condiciones de estructura que determinan el orden de las imbricaciones constituyentes del significante hasta la unidad inmediatamente superior a la frase. Es fácil darse cuenta de que sólo las correlaciones del significante dan en ellas el patrón de toda búsqueda de significación.
El ste por su naturaleza anticipa siempre el sentido desplegando en cierto modo ante él mismo su dimensión. Es en la cadena del ste donde el sentido insiste, pero que ninguno de los elementos de la cadena consiste en la significación de la que es capaz en el momento mismo. La noción de un deslizamiento incesante del significado bajo el significante se impone pues.
Todo el ste, no puede operar sino estando presente en ell sujeto. A esto doy ciertamente satisfacción suponiendo que ha pasado al nivel del sdo.
Lo que descubre esta cadena significante es la posibilidad que tengo, justamente en la medida en que su lengua me es común con otros sujetos, es decir que esa lengua existe, de utilizarla para significar muy otra cosa que lo que ella dice. Función más digna de subrayarse en la palabra que la de disfrazar el pensamiento del sujeto: a saber, la de indicar el lugar de ese sujeto en la búsqueda de lo verdadero.
La función que se describe así en el lenguaje tiene un nombre. Es entre las figuras del estilo o tropos donde se encuentra efectivamente ese nombre. Ese nombre es la metonimia. La parte por el todo. La conexión entre ste y sdo no está en otro sitio que en el ste, y es en esa  conexión palabra a palabra donde se apoya la metonimia.
Designaremos con ella la primera vertiente del campo efectivo que constituye el ste.
La otra es la metáfora. Toda conjunción de dos significantes sería equivalente para construir una metáfora, para que la creación metafórica tenga lugar. La chispa creadora brota entre dos significantes de los cuales uno se ha sustituido al otro tomando su lugar en la cadena significante, mientras el significante oculto sigue presente por su conexión con el resto de la cadena.
II.                  LA LETRA EN EL INCONSCIENTE
El sueño es un rébus. Las imágenes del sueño no han de retenerse si no es por su valor de ste, es decir por lo que permiten deletrear del proverbio propuesto por el rébus del sueño.
Trasposición es lo que hemos designado más arriba con Saussure como el deslizamiento del sdo bajo el ste, siempre en acción, inconsciente en el discurso. Pero las dos vertientes de la incidencia del ste sobre el sdo vuelven a encontrarse allí.
La condensación es la estructura de sobreimposición de los significantes donde toma su campo la metáfora, cuyo nombre, indica la connaturalidad del mecanismo a la poesía. El desplazamiento es ese viraje de significación que la metonimia demuestra y que, se presenta como el medio del inconsciente más apropiado para burlar la censura.
¿Qué es lo que diferencia a esos dos mecanismos que desempeñan en el trabajo del sueño, un papel privilegiado, de su homóloga función en el discurso? Nada sino una condición impuesta al material significante que se denomina diferencia a los medios de la puesta en escena.
Pág. 495. Fórmulas de metáfora y metonimia.  (seguir)
La letra en el inconsciente
El sueño es un jeroglífico, acertijo, que hay que entender al pie de la letra. En él se articula y se analiza el significante en el discurso. Las imágenes del sueño no han de retenerse si no es por su valor de significante. La estructura de lenguaje que hace posible la operación de la lectura, está en el principio de la significancia del sueño.
Freud explica que ese valor de significante de la imagen, no tiene nada que ver con su significación.
La transposición, en la que Freud muestra la precondición general de la función del sueño, es lo que se ha designado con Saussure como el deslizamiento del significado bajo el significante, siempre en acción (inconsciente) en el discurso.
La condensación es la estructura de sobreimposición de los significantes donde toma su campo la metáfora.
El desplazamiento, ese viraje de la significación que la metonimia demuestra, se presenta como el medio del inconsciente, más apropiado, para burlar a la censura.
El sueño es semejante a ese juego de salón en el que hay que hacer adivinar a los espectadores un enunciado conocido o su variante por medio únicamente de una puesta en escena muda.
El sueño sigue las leyes del significante. El resto de la elaboración es designado por Freud como secundario. Su rasgo distintivo, dado que estas fantasías pueden permanecer inconscientes, es efectivamente su significación. De estos, Freud nos dice que su lugar en el sueño consiste en ser tomados en él, como elementos significantes para el enunciado del pensamiento inconsciente.
Si los psicoanalistas se vieron exclusivamente fascinados por las significaciones detectadas en el inconsciente, es porque sacaban su atractivo más secreto de la dialéctica que parecía serles inmanente.
El análisis toma hoy sus puntos de referencia en esas formas imaginarias, mezclándolas en la interpretación del sueño con la liberación visionaria de la pajarera jeroglífica, una especie de scanning de esas formas allí donde aparezcan, con la idea de que estas son testimonio del agotamiento de las regresiones tanto como del remodelado de la relación de objeto en que se supone que el sujeto se tipifica.
En el análisis del sueño, Freud no pretende darnos otra cosa que las leyes del inconsciente en su extensión más general.
La eficiencia del inconsciente no se detiene al despertar. La experiencia psicoanalítica consiste en establecer que el inconsciente no deja ninguna de nuestras acciones fuera de su campo. La motivación inconsciente se manifiesta tanto por efectos psíquicos conscientes como por efectos psíquicos inconscientes.
La tópica que define el inconsciente es la misma que define el algoritmo antes mencionado. De la incidencia del significante sobre el significado se muestran los efectos repartidos según dos estructuras fundamentales: la metonimia y la metáfora. La primera indica que es la conexión del significante con el significante la que permite la elisión por la cual el significante instala la carencia de ser en la relación de objeto. La barra sobre marca la irreductibilidad en que se constituye en las relaciones del significante con el significado la resistencia de la significación. La estructura metafórica indica que es en la sustitución del significante por el significante donde se produce un efecto de significación.
La noción de sujeto es indispensable para el manejo de una ciencia como la estrategia en el sentido moderno. No se trata de saber si hablo de mi mismo de manera conforme con lo que soy, sino si cuando hablo de mi, soy el mismo que aquel del que hablo. El pensamiento consiste, según Freud en aquellos mecanismos significantes que entran en juego en el inconsciente.
El juego significante de la metonimia y la metáfora se juega hasta que termine la partida, en su inexorable finura, allí donde no soy porque no puedo situarme.
Todo realismo en la creación toma su virtud de la metonimia, así como a ese otro de que el sentido solo entrega su acceso al doble codo de la metáfora, cuando se tiene su clave única: la significación y el significante del algoritmo saussureano no están en el mismo plano, y el hombre se engañaba creyéndose colocado en su eje común que no está en ninguna parte.
Para interpretar el inconsciente como Freud habría que ser como él, una enciclopedia de las artes y de las musas.
El inconsciente no es lo primordial, ni lo instintual, y lo único elemental que conoce son los elementos del significante.
LA LETRA Y EL OTRO
La finalidad que propone al hombre el descubrimiento de Freud fue definida por el en el apogeo de su pensamiento: Donde estuvo (fue) ello, tengo que advenir yo.
Si se desconoce la excentricidad radical de si a sí mismo con la que se enfrenta el hombre, dicho de otra manera, la verdad descubierta por Freud, se hallará en cuanto al orden y las vías de la mediación psicoanalítica.
¿Cuál es ese otro con el cual estoy más ligado que conmigo mismo, puesto que en el seno de mi identidad es el quién me agita?
El inconsciente es el discurso del otro, donde se anuda el reconocimiento del deseo con el deseo de reconocimiento.
Con la aparición del lenguaje emerge la dimensión de la verdad.
La relación del hombre con el significante cambia el curso de la historia modificando las amarras de su ser. Es por esto que el freudismo es capaz de entrever los cambios que hemos vivido en nuestra propia vida como constituyendo una revolución inasible pero radical.
Freud, mediante su descubrimiento, hizo entrar dentro del círculo de la ciencia esa frontera entre el objeto y el ser que parecía señalar su límite.