LA INSTANCIA DE LA LETRA EN EL INCONSCIENTE O LA RAZÓN DESDE FREUD
I.
EL
SENTIDO DE LA LETRA
Es toda la experiencia del lenguaje lo que la experiencia psicoanalítica
descubre en el inconsciente. Obliga a revisar la idea de que el inconsciente no
es sino la sede de los instintos.
Designamos como letra ese soporte material que el discurso concreto toma
del lenguaje. Esta simple definición
supone que el lenguaje no se confunde con las diversas funciones somáticas y psíquicas
que le estorban en el sujeto hablante. El lenguaje con su estructura preexiste
a la entrada que hace en él cada sujeto en un momento de su desarrollo mental.
Y también el sujeto, si puede parecer siervo del lenguaje, lo es más aun de
un discurso en el movimiento universal del cual su lugar está ya inscrito en el
momento de su nacimiento, aunque solo fuese bajo la forma de su nombre propio.
Para señalar la emergencia de la disciplina lingüística, diremos que
consiste en el momento constituyente de un algoritmo que la funda. Este
algoritmo es el siguiente S/s. Que se lee como significante sobre significado. Esto
es lo que hará posible un estudio exacto de los lazos propios del significante
y de la amplitud de su función en la génesis del significado.
No hay ninguna significación que se sostenga sino es por referencia a otra
significación: llegando a tocar en caso extremo la observación de que no hay
lengua existente para la cual se plantee la cuestión de su insuficiencia para
cubrir el campo del significado. Ya que es un efecto de su existencia de lengua
el que responda a todas las necesidades. si nos ponemos a circunscribir en el
lenguaje la constitución del objeto, no podremos sino comprobar que sólo se
encuentra al nivel del concepto, muy diferente de cualquier nominativo.
Nadie dejará de fracasar si no se desprende de la ilusión de que el
significante responde a la función de representar al significado, o digamos
mejor: que el significante deba responder de su existencia a título de una
significación cualquiera.
Para captar la función del algoritmo Lacan empieza por producir la
ilustración errónea. Quiere mostrar cómo el ste entra en el sdo. A saber, bajo
una forma que, no siendo inmaterial, plantea la cuestión de su lugar en la
realidad.
Ningún ejemplo construido podría igualar el relieve que se encuentra en la vivencia de la verdad.
El algoritmo, en cuanto que él mismo no es sino pura función del ste, no
puede revelar sino una estructura del ste a esa transferencia. Ahora bien, la
estructura del ste es, como se dice corrientemente del lenguaje, que sea
articulado. Esto quiere decir que sus unidades están sometidas a la doble
condición de reducirse a elementos diferenciales últimos y de componerlos según
las leyes de un orden cerrado.
Estos elementos son los fonemas. En ellos hay que buscar el sistema
sincrónico de los acoplamientos diferenciales, necesarios, para el
discernimiento de los vocablos en una lengua dada. Se ve que un elemento
esencial en el habla misma estaba predestinado a moldearse en los caracteres
móviles que, atascados en las cajas, presentifican válidamente lo que llamamos
la letra, a saber la estructura esencialmente localizada del significante.
Con la segunda propiedad del significante de componerse según las leyes de
un orden cerrado, se afirma la necesidad
del sustrato topológico del que da una aproximación el término de cadena ste:
anillos cuyo collar se llena en el anillo de otro collar lleno de anillos.
Tales son las condiciones de estructura que determinan el orden de las
imbricaciones constituyentes del significante hasta la unidad inmediatamente
superior a la frase. Es fácil darse cuenta de que sólo las correlaciones del
significante dan en ellas el patrón de toda búsqueda de significación.
El ste por su naturaleza anticipa siempre el sentido desplegando en cierto
modo ante él mismo su dimensión. Es en la cadena del ste donde el sentido
insiste, pero que ninguno de los elementos de la cadena consiste en la
significación de la que es capaz en el momento mismo. La noción de un
deslizamiento incesante del significado bajo el significante se impone pues.
Todo el ste, no puede operar sino estando presente en ell sujeto. A esto
doy ciertamente satisfacción suponiendo que ha pasado al nivel del sdo.
Lo que descubre esta cadena significante es la posibilidad que
tengo, justamente en la medida en que su lengua me es común con otros sujetos,
es decir que esa lengua existe, de utilizarla para significar muy otra cosa que
lo que ella dice. Función más digna de subrayarse en la palabra que la de
disfrazar el pensamiento del sujeto: a saber, la de indicar el lugar de ese
sujeto en la búsqueda de lo verdadero.
La función que se describe así en el lenguaje tiene un nombre. Es entre las
figuras del estilo o tropos donde se encuentra efectivamente ese nombre. Ese
nombre es la metonimia. La parte por el todo. La conexión entre ste y sdo no
está en otro sitio que en el ste, y es en esa
conexión palabra a palabra donde se apoya la metonimia.
Designaremos con ella la primera vertiente del campo efectivo que
constituye el ste.
La otra es la metáfora. Toda conjunción de dos significantes sería
equivalente para construir una metáfora, para que la creación metafórica tenga
lugar. La chispa creadora brota entre dos significantes de los cuales uno se ha
sustituido al otro tomando su lugar en la cadena significante, mientras el
significante oculto sigue presente por su conexión con el resto de la cadena.
II.
LA
LETRA EN EL INCONSCIENTE
El sueño es un rébus. Las imágenes del sueño no han de retenerse si no es
por su valor de ste, es decir por lo que permiten deletrear del proverbio
propuesto por el rébus del sueño.
Trasposición es lo que hemos designado más arriba con Saussure como el
deslizamiento del sdo bajo el ste, siempre en acción, inconsciente en el
discurso. Pero las dos vertientes de la incidencia del ste sobre el sdo vuelven
a encontrarse allí.
La condensación es la estructura de sobreimposición de los significantes
donde toma su campo la metáfora, cuyo nombre, indica la connaturalidad del
mecanismo a la poesía. El desplazamiento es ese viraje de significación que la
metonimia demuestra y que, se presenta como el medio del inconsciente más
apropiado para burlar la censura.
¿Qué es lo que diferencia a esos dos mecanismos que desempeñan en el
trabajo del sueño, un papel privilegiado, de su homóloga función en el
discurso? Nada sino una condición impuesta al material significante que se
denomina diferencia a los medios de la puesta en escena.
Pág. 495. Fórmulas de metáfora y metonimia.
(seguir)
La letra en el inconsciente
El sueño es un jeroglífico, acertijo, que hay que entender al pie de la
letra. En él se articula y se analiza el significante en el discurso. Las
imágenes del sueño no han de retenerse si no es por su valor de significante. La
estructura de lenguaje que hace posible la operación de la lectura, está en el
principio de la significancia del sueño.
Freud explica que ese valor de significante de la imagen, no tiene nada que
ver con su significación.
La transposición, en la que Freud muestra la precondición general de la
función del sueño, es lo que se ha designado con Saussure como el deslizamiento
del significado bajo el significante, siempre en acción (inconsciente) en el
discurso.
La condensación es la estructura de sobreimposición de los significantes
donde toma su campo la metáfora.
El desplazamiento, ese viraje de la significación que la metonimia
demuestra, se presenta como el medio del inconsciente, más apropiado, para
burlar a la censura.
El sueño es semejante a ese juego de salón en el que hay que hacer adivinar
a los espectadores un enunciado conocido o su variante por medio únicamente de
una puesta en escena muda.
El sueño sigue las leyes del significante. El resto de la elaboración es
designado por Freud como secundario. Su rasgo distintivo, dado que estas
fantasías pueden permanecer inconscientes, es efectivamente su significación.
De estos, Freud nos dice que su lugar en el sueño consiste en ser tomados en
él, como elementos significantes para el enunciado del pensamiento
inconsciente.
Si los psicoanalistas se vieron exclusivamente fascinados por las
significaciones detectadas en el inconsciente, es porque sacaban su atractivo
más secreto de la dialéctica que parecía serles inmanente.
El análisis toma hoy sus puntos de referencia en esas formas imaginarias,
mezclándolas en la interpretación del sueño con la liberación visionaria de la
pajarera jeroglífica, una especie de scanning de esas formas allí donde
aparezcan, con la idea de que estas son testimonio del agotamiento de las
regresiones tanto como del remodelado de la relación de objeto en que se supone
que el sujeto se tipifica.
En el análisis del sueño, Freud no pretende darnos otra cosa que las leyes
del inconsciente en su extensión más general.
La eficiencia del inconsciente no se detiene al despertar. La experiencia
psicoanalítica consiste en establecer que el inconsciente no deja ninguna de
nuestras acciones fuera de su campo. La motivación inconsciente se manifiesta
tanto por efectos psíquicos conscientes como por efectos psíquicos
inconscientes.
La tópica que define el inconsciente es la misma que define el algoritmo
antes mencionado. De la incidencia del significante sobre el significado se
muestran los efectos repartidos según dos estructuras fundamentales: la metonimia
y la metáfora. La primera indica que es la conexión del significante con el
significante la que permite la elisión por la cual el significante instala la
carencia de ser en la relación de objeto. La barra sobre marca la
irreductibilidad en que se constituye en las relaciones del significante con el
significado la resistencia de la significación. La estructura metafórica indica
que es en la sustitución del significante por el significante donde se produce
un efecto de significación.
La noción de sujeto es indispensable para el manejo de una ciencia como la
estrategia en el sentido moderno. No se trata de saber si hablo de mi mismo de
manera conforme con lo que soy, sino si cuando hablo de mi, soy el mismo que
aquel del que hablo. El pensamiento consiste, según Freud en aquellos
mecanismos significantes que entran en juego en el inconsciente.
El juego significante de la metonimia y la metáfora se juega hasta que
termine la partida, en su inexorable finura, allí donde no soy porque no puedo
situarme.
Todo realismo en la creación toma su virtud de la metonimia, así como a ese
otro de que el sentido solo entrega su acceso al doble codo de la metáfora,
cuando se tiene su clave única: la significación y el significante del
algoritmo saussureano no están en el mismo plano, y el hombre se engañaba
creyéndose colocado en su eje común que no está en ninguna parte.
Para interpretar el inconsciente como Freud habría que ser como él, una
enciclopedia de las artes y de las musas.
El inconsciente no es lo primordial, ni lo instintual, y lo único elemental
que conoce son los elementos del significante.
LA LETRA Y EL OTRO
La finalidad que propone al hombre el descubrimiento de Freud fue definida
por el en el apogeo de su pensamiento: Donde estuvo (fue) ello, tengo que
advenir yo.
Si se desconoce la excentricidad radical de si a sí mismo con la que se
enfrenta el hombre, dicho de otra manera, la verdad descubierta por Freud, se
hallará en cuanto al orden y las vías de la mediación psicoanalítica.
¿Cuál es ese otro con el cual estoy más ligado que conmigo mismo, puesto
que en el seno de mi identidad es el quién me agita?
El inconsciente es el discurso del otro, donde se anuda el reconocimiento
del deseo con el deseo de reconocimiento.
Con la aparición del lenguaje emerge la dimensión de la verdad.
La relación del hombre con el significante cambia el curso de la historia
modificando las amarras de su ser. Es por esto que el freudismo es capaz de
entrever los cambios que hemos vivido en nuestra propia vida como constituyendo
una revolución inasible pero radical.
Freud, mediante su descubrimiento, hizo entrar dentro del círculo de la
ciencia esa frontera entre el objeto y el ser que parecía señalar su límite.