En 1840 los jóvenes hegelianos, que creían que a historia tenía un fin: el
reino de la razón y la libertad, esperaban del pretendiente al trono la
realización de sus esperanzas: el fin del orden feudal y autocrático prusiano,
la abolición de la censura, el sometimiento de la iglesia a la razón, la
instauración de un régimen de libertad política, intelectual y religiosa. Pero
llegado al trono, Guillermo IV pasó al despotismo.
Fue necesario aceptar la lección de la experiencia, lo que iba en
contradicción con el ideal hegeliano de la historia (derecho, razón y
libertad). Pero ¿cómo pensar la contradicción? Fue entonces cuando apareció La esencia del Cristianismo (1841) el
cual liberó a los jóvenes hegelianos del callejón teórico sin salida en el que
se encontraban.
Denunciaba todas las enajenaciones y todas las ilusiones, ponía, al fin, de
acuerdo la idea y los hechos, y hacía comprensible la necesidad de la
contradicción de un mundo y la necesidad de su liberación.
Feuerbach es el testigo y el agente de la crisis de crecimiento teórico del
movimiento joven hegeliano. Se puede ver hasta qué punto, las obras del joven
Marx están impregnadas del pensamiento de Feuerbach.
Marx (el joven) no es más que un feuerbachiano de vanguardia que aplica una
problemática ética a la comprensión de la historia humana. No hacía sino
aplicar la teoría de la enajenación a la política y a la actividad concreta de
los hombres. Es evidente que Marx hizo literalmente suya la problemática misma
de Feuerbach y se identificó profundamente con ella.
La revolución teórica de Marx consiste justamente en fundar sobre un nuevo
elemento su pensamiento teórico liberado del antiguo elemento: el de la
filosofía hegeliana y feuerbachiana.
A través de Feuerbach tenemos acceso indirectamente a la nueva problemática
de Marx. Sabemos con qué problemática
rompió Marx y descubrimos los horizontes teóricos a los que esta ruptura abre
paso.
Marx se separó de Feuerbach cuando descubrió que la crítica feuerbachiana
de Hegel era hecha desde el seno mismo de la filosofía hegeliana, que Feuerbach
era un filósofo que ciertamente había invertido el cuerpo de la filosofía
hegeliana pero que había conservado de ella la estructura y los fundamentos
últimos, es decir, los supuestos teóricos. Había permanecido en la tierra hegeliana.
Las revoluciones de 1848 - Marx y Engels
Las revoluciones de 1848: el esperado
preludio de la revolución proletaria
"Un espectro se cierne sobre Europa: el
espectro del comunismo", estas son las palabras escritas por Marx y Engels
en el primer párrafo de El Manifiesto Comunista. "Contra este
espectro se han conjurado en santa jauría todas las potencias de la vieja
Europa, el Papa y el zar, Metternich y Guizot, los radicales franceses y los
polizontes alemanes". Proféticamente, el día de la publicación en Londres
de El Manifiesto Comunista, Europa resplandecía con la revolución.
El rey Luis Felipe de Francia abdicó
inmediatamente. Guizot, el primer ministro francés, fue destituido y el
príncipe Matternich de Austria caía semanas después. Marx y Engels esperaban
que la revolución fuera algo así como el "esperado preludio de la revolución
proletaria". Rápidamente, dieron la bienvenida a la revolución que estalló
primero en Francia el 24 de febrero de 1848.
Después de un período prolongado de reacción
tras la derrota de las revoluciones de 1830, las masas revolucionarias de
París, con armas y banderas rojas en la mano, tomaron las calles, construyeron
barricadas, echaron a la monarquía y obligaron al gobierno provisional a
declarar la república. El trabajador Guibert irrumpió en la Cámara
blandiendo una pistola, interrumpió abruptamente el debate con las siguientes
palabras: "No más debates, nosotros somos los amos".
Fueron los trabajadores y la clase media baja
los que impulsaron la revolución. La burguesía, que
finalmente ganó con la revolución, no esperaba ni quería este resultado.
"Queríamos saltar peldaño a peldaño", dijo alguien, "pero nos
obligaron a saltar todo un tramo de escaleras".
Sobre todo, la burguesía temía a la clase
obrera, que planteaba sus propias reivindicaciones de clase independientes:
derecho al trabajo, salario mínimo, reducción de la jornada laboral, pensiones
para los incapacitados, creación de empresas, educación universal obligatoria,
sufragio universal, impuestos progresivos y otras reivindicaciones de la clase
obrera. La clase obrera no confiaba en los diputados burgueses que sólo
querían un acomodo junto a la monarquía. Como resultado de esta situación,
en los muros de París se podían ver carteles revolucionarios apelando a las
masas: "¡Mantened vuestras armas!"
La nueva administración republicana burguesa
tuvo que incluir a dos socialistas en el gobierno, uno de ellos fue Luois
Blanc, un dirigente obrero muy popular. Su papel, sin embargo, fue el de
conciliador de clase, luchando por mantener al movimiento revolucionario dentro
de los límites legales aceptables. Bajo la presión de las masas radicales, se
introdujeron algunas reformas, incluida la creación de talleres estatales, en
realidad, una ayuda escasa para los desempleados.
Las elecciones a la asamblea constituyente se
celebraron a finales de abril y los partidos burgueses consiguieron muchos
votos, en gran parte, debido al apoyo del campesinado conservador que formaba
el 84 por ciento del electorado. El nuevo gobierno no
consiguió solucionar el sufrimiento de las masas e intentó socavar la revolución
atacando a los dirigentes obreros, particularmente a Blanqui y Cabet, por
ser "comunistas". La confianza en el gobierno burgués se
desvaneció. Cada vez era más obvio que la creciente frustración preparaba
un nuevo enfrentamiento. El anuncio del gobierno de cerrar los talleres
estatales de París fue la gota que colmó el vaso. "La revolución de
febrero planteó el problema de la propiedad y el trabajo", afirmaba el
revolucionario Paul-Louis Deflotte. "Este problema debe ser
resuelto".
Sin embargo, el gobierno tenía sus propios
planes para enseñar a los trabajadores una lección. El 21 de junio se aprobó un
decreto mediante el cual se abolían los talleres nacionales. Ese día, los
trabajadores de París de nuevo se levantaron y construyeron barricadas por toda
la capital. Ondeaban banderas con las inscripciones: "¡Pan o muerte!"
y "¡Trabajo o muerte!" Era una insurrección de trabajadores despojada
de la atmósfera carnavalesca de la revolución de febrero. "La insurrección
va en aumento, convirtiéndose en la revolución más grande jamás ocurrida",
escribía Marx, "convirtiéndose en una revolución del proletariado
contra la burguesía".
La lucha fue feroz. La contrarrevolución
burguesa no daba tregua. Disparaban a los trabajadores como si fueran bestias
salvajes. "La burguesía, plenamente consciente de lo que estaba
haciendo, llevó a cabo una guerra de exterminio contra ellos". Después
Marx cita a un capitán de la guardia republicana que describe los
acontecimientos del 23 y 24 junio. "El cañón respondió y hasta las nueve,
las ventanas y los muros quedaron destrozados por las ráfagas de artillería. El
fuego era terrible. La sangre brotaba a borbotones mientras al mismo tiempo se
producía una estruendosa tormenta. Hasta donde llegaba la vista, los adoquines
estaban rojos por la sangre... El número de muertos es enorme y el de heridos
aún mucho mayor". (Ibíd.,)
"El coraje con el que han luchado los
trabajadores es verdaderamente maravilloso", escribía Marx. Durante tres
días enteros, de 30.000 a 40.000 trabajadores fueron capaces de resistir frente
a 80.000 soldados y 100.000 hombres de la guardia nacional.
Después de casi una semana de batallas y
combates callejeros, todo el poder del estado fue utilizado para ahogar en
sangre el movimiento. Se pusieron en el orden del día los disparos y la
tortura. Unos 15.000 murieron asesinados o resultaron heridos, durante y
después de la insurrección. La clase dominante se vengó del movimiento
independiente de los trabajadores franceses. La reivindicación de los
trabajadores "contenía una amenaza al orden existente en la sociedad, los
trabajadores que lo plantearon aún estaban armados; por lo tanto, el desarme de
los trabajadores fue la primera orden de la burguesía, que estaba al timón del
Estado". (Engels).
Las revoluciones de 1848 en esencia fueron
democrático burguesas en cuanto a las tareas que intentaban resolver. Su
aspecto fundamental fue la destrucción de las viejas estructuras feudales y la
creación del estado nacional independiente. Mientras que Marx y Engels esperaban que esta revolución burguesa
sería el preludio inmediato de la revolución proletaria, dada la debilidad de
la Liga Comunista no tuvieron otra alternativa que formar en Alemana el ala
proletaria del movimiento democrático. Su objetivo era destruir el
absolutismo y unir a los estados atrasados en una república democrática.
Esto sólo se podría conseguir por medios revolucionarios. El periódico diario Neue
Rheinische Zeitung, editado por Marx, era el órgano de la revolución
democrática pero, como escribía Engels, de una "democracia que en todas
partes insistía en cada punto el carácter específico proletario". El
periódico, que tuvo un amplio apoyo, se convirtió en el verdadero punto de
encuentro del proletariado militante, el centro dirigente de la Liga Comunista.
No sólo Marx y Engels lucharon por la
independencia nacional de las nacionalidades oprimidas, sino que además
defendieron una postura verdaderamente internacionalista. Había otras naciones
oprimidas por los reaccionarios estados alemanes, como los polacos en Prusia,
los italianos, los checos y otros en Austria, además del zarismo ruso. En este
momento el zarismo era la fuerza más contrarrevolucionaria de Europa, de la
misma manera que hoy lo es el imperialismo norteamericano.
Marx y Engels criticaron enérgicamente la
cobardía de los dirigentes burgueses incapaces de apoyar las luchas de las
naciones oprimidas como eran los polacos, checos, húngaros e italianos contra
el despotismo prusiano y austriaco. La dirección de la revolución recaerá sobre
la clase obrera. "... no los burgueses alemanes cobardes sino los
trabajadores alemanes, ellos se levantarán y pondrán fin a toda la suciedad, la
confusión oficial del imperio alemán y con una revolución radical restaurarán
el honor de Alemania", explicaba Engels. "Alemania se liberará en la
medida que libere a las naciones vecinas".
La revolución estalló en Alemania el 18 de
marzo con la luchas en cada ciudad y barricadas en Berlín y Viena. La
población ganó una serie de derechos democráticos pero el control pasó a manos
de la gran burguesía, que rápidamente traicionó la lucha.
A partir de estas experiencias, Marx y Engels
sacaron la idea de la revolución permanente. La burguesía tenía más miedo a la
clase obrera que al despotismo feudal. Cada vez jugaba un papel
más contrarrevolucionario. Eran incapaces de conseguir una verdadera
unificación nacional, como demostró la historia. Marx y Engels depositaron su
confianza en la clase obrera. Ellos creían que una revolución
democrático-burguesa triunfante, bajo la dirección de los trabajadores, se
convertiría en el prólogo de la revolución proletaria y la transformación de
Europa. "Antes de que la reacción pueda ser destruida en Italia y
Alemania, debe ser derrotada en Francia", explicaba Engels. "Una
república social democrática primero se debe proclamar en Francia y el
proletariado francés primero debe subyugar a su burguesía antes de que sea
concebible una victoria duradera de la burguesía en Italia, Alemania, Polonia,
Hungría y otros países".